La larga duración de ambas dictaduras, 48 años en Portugal y 40 en España, tuvieron profundas
repercusiones en la modelación de las mentalidades,
impidiendo el contraste de ideas, manteniendo sus
sociedades constreñidas por valores que estaban en profunda revisión en Europa: familia, religión católica, orden, jerarquía.
Basaron su legitimidad en el mantenimiento del mito de que con la rebelión contra las instituciones
republicanas se había salvado al Estado y la
perennidad de la patria.